Son casi las seis de la tarde, no escucho más ruido que el viento, golpeando sin piedad el cristal de las ventanas. Miro en una aplicación del móvil, de esas que miden el aire (“mapa del viento”) la ventisca es de 51 km/h este, viene desde el mar, por eso llega hasta aquí con esta furia, nada lo frena. Caen las primeras gotas de lluvia, a través del vidrio observo las copas de las palmeras, arrulladas frente a la tormenta que vendrá, sus troncos se arquean, adoptan formas imposibles pero rara vez se parten, recuerdo un koan japonés, el junco es más fuerte que la piedra porque se dobla pero no se rompe, y por lo tanto resiste. Recuerdo, también, una frase de Camilo José Cela, “Quien resiste, gana”, es el epitafio grabado sobre la lápida en su tumba. Hay mucho arte en esas frases que ya nunca leerás, mi favorita (creo) es la de Antonio Gala, “Murió vivo”. Mi padre no tuvo tiempo para elegir la suya, quizá por eso en su lápida de mármol negro tan solo se podía leer su nombre, la fecha de nacimiento y de defunción. Quizá es buen momento para pensar en la mía. ¿Cómo elegir las palabras que cobijen tu sentir para el resto de la eternidad? Tengo que preguntar a la gente que quiero cuál sería la suya.
La tormenta es presencia, enciendo una vela, repaso las notas de la carta que escribiré mañana. Hace exactamente un año pasé unos días en Cádiz, faltaban tan solo unas semanas para la publicación de Buscaba la belleza, necesitaba (creo) volver a pisar cada calle, traducir la memoria en presente. Habían pasado siete años, aquí prendió la llama de la calma, pero la visita tenía otro propósito, contarle a Fernando que todo lo que sucedió aquí estaría ya impreso. Sonrió. Sé que no hacía falta pedirle permiso. Nos vemos poco pero le quiero muchísimo, nunca me juzga, siempre aprendo algo sentadito a su vera, su planeta no es el mío pero su vibración resuena muy dentro —es de mi tribu. Es que el lenguaje del amor no entiende de distancias. De camino a La Caleta paro en la librería Raimundo, compro un libro viejo, una edición descatalogada de El verano de Albert Camus, Alianza Editorial. Lo guardo en la mochila. Atardece, volví al lugar exacto donde enterré a mi padre, caminé entre las barcazas, era un día de marea baja así que podía ver las cadenas (cubiertas de moho y óxido) que amarran a las pequeñas barcas, cadenas eternamente cosidas a la tierra, ¿cuántas tormentas habrán resistido? Nunca las vemos, están ocultas bajo el mar, pero gracias a ellas los botes resisten las embestidas del tiempo.
La noche se alarga, cenamos en una terraza del Bar Bodeguita El Adobo, en calle Rosario, antes (claro) unos amontillados en la Taberna Manzanilla. La prisa del mundo se ahoga en este vivir lento. Por la mañana desayuno en La barra del Club, a tres pasos de La Guapa y el mercado Central de Abastos, leo un fragmento del libro de Camus: “Cuando vivía en Argel, esperaba siempre pacientemente durante el invierno, porque sabía que en una noche, en una sola noche fría y pura de febrero, los almendros del valle des Consuls se cubrirían de flores blancas. Después me maravillaba al ver cómo esa nieve frágil resistía todas las lluvias y el viento del mar. Sin embargo, todos los años resistía lo suficiente para preparar el fruto”. Todavía no he pensado en la frase que nunca (porque quiero que me incineren: aquí lo dejo escrito) presidirá mi lápida, se me olvidó preguntarle ayer a Fernando, pero me llega muy hondo la que eligió Borges para la suya, está enterrado en un pequeño cementerio de Ginebra, rodeado de árboles: “Y no tengan miedo”.
Noticia bien chachi que traigo para los suscriptores y suscriptoras de Claves. Y es que ZUBI se une a El club Claves (el showroom donde solo caben cosas bonitas) con un 15% de descuento en todos sus productos, tanto en sus tiendas físicas como online. Lo cuento mañana como Dios manda. Estoy pensando que a lo mejor podemos hacer un encuentro en uno de sus garitos. Son lo más Mer y Elena.
Buenos días! Yo también quiero que me incineren pero me gusta la siguiente de Alfred de Musset "j ai souffert souvent, je me suis trompée quelque fois, mais j ai aimé" sería algo como "he sufrido a menudo, me he equivocado alguna vez, pero he amado". Sino, una frase de un amigo jugador de golf que quiere que le pongan "hoyo en 1" 😉. Feliz finde!
Me encanta la sensación de que estas cartas llegan a mi casa, llegan a mi desayuno del sábado, como si fueran «familia».