La habitación que mi madre guarda para mí en el campo es pequeña. Una cama de uno treinta y cinco, paredes blancas, un colchon demasiado blando, una cómoda y un espejo, un armario que cobija ropa mía que ya no casi siento como mía, pero es mía —son restos de cada mudanza, de cada ruptura, de cada vida. Cuando hace frío me envuelvo en un jersey de mi yo …
© 2023 Jesús Terrés
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