Hay personas que te calman. Lo pensé el otro día cuando hablamos con J. —lo vi consumido y gris, su mirada una vereda infinita de nudos, guijarros y puertas cerradas. Cómo duele el dolor de quien quieres y cómo duele la certeza de que esas puertas solo las puede abrir una persona: él. Su sombra proyecta una sombra sobre los demás pero no lo ve, nada pue…
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Nada importa
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