Cumplir años puede ser la mejor o la peor cosa del mundo y eso ya depende de en qué momento exacto te pille de la línea de la vida —que no es un línea recta sino más bien un círculo, de esto no tengo ninguna duda. Me explico. Lo del círculo es un gesto que hacemos mucho en casa cuando brindamos (como esta semana, que he cumplido cuarenta y cinco palos) y la consciencia de lo vivido llena de lumbre buena la estancia. De nada sirve ser feliz si no eres consciente de que lo eres, porque la dicha sin consciencia tan solo es espuma en la superficie y yo quiero bucear hasta lo más hondo.
Cuando eso pasa —la certeza de la dicha presente— Laura hace un pequeño gesto con su dedo índice, un círculo perfecto en el aire que viene a decir: ahora estamos aquí (aquí señala el punto más alto de la circunferencia) pero mañana podemos estar aquí (ya imagináis dónde) y en ese segundo aquí caben tantas posibilidades que casi hasta paraliza ese abismo: la enfermedad, el miedo, la inevitable decadencia de l…