Una de las cosas sobre las que estoy desaprendiendo -es lo que trato de hacer en mi vida, quitarme certezas como si fuesen jirones- es mi idea de la amistad; tan rotunda, tan inamovible, tan acotada, tan gris. Y yo no quiero una vida gris, no me queda tiempo; quiero sentir palomas por dentro y ninguna cárcel disfrazada de tradición. Con lo que cuesta aprender a decir que no.
Claro que tengo mis amigos en el sentido más académico del término, pero también personas (esto, como tantas cosas, lo he aprendido de Laura) que no sé muy bien cómo catalogar, ¿por qué esta manía de catalogarlo todo? hombres y mujeres que admiro, que respeto, estimo (qué bonita palabra: estimar), que hacen mi vida mejor, que quizá no conozco y quizá no conozca nunca pero cómo explicarlo... están; son presencia, una familia sin habitación en esta casa que son mis querencias, ¿por qué no dársela?
Una de esas personas es Omar; nunca he estado con él, pero le admiro, respeto y disfruto desde hace muchos, muchos años...…