Hace tan solo unos días una persona que admiro deslizó una frase que todavía sigue aquí, no hay manera de olvidarla: “he perdido un año de mi vida”. Es cierto, no falta tanto para que se cumpla un año del comienzo-de-todo, un año también del alumbramiento de estas cartas. En la primera, Tengo miedo (y no pasa nada), la pandemia ya se había extendido y afectaba a más de 700.000 personas, hoy son (somos) 111 millones en todo el mundo. Mi hermana, en primera línea de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General, me desliza que ya no pueden más. El desencanto ha tomado las playas de nuestra alegría y hasta el cielo tiene un matiz diferente.
Mi patria
Hace tan solo unos días una persona que admiro deslizó una frase que todavía sigue aquí, no hay manera de olvidarla: “he perdido un año de mi vida”. Es cierto, no falta tanto para que se cumpla un año del comienzo-de-todo, un año también del alumbramiento de estas cartas. En la primera, Tengo miedo (y no pasa nada), la pandemia ya se había extendido y afectaba a más de 700.000 personas, hoy son (somos) 111 millones en todo el mundo. Mi hermana, en primera línea de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General, me desliza que ya no pueden más. El desencanto ha tomado las playas de nuestra alegría y hasta el cielo tiene un matiz diferente.
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