

Discover more from Nada importa
Me gusta comer solo. Pero no siempre fue así. Supongo que durante tanto tiempo me daba vergüenza, aún me pasa a veces. Esas veces se me hace imposible frenar el arroyo de cavilaciones que imagino en los demás, ¿qué estarán pensando? —“¿No tiene a nadie con quien compartir mesa?”, “Menudo imbécil, si lo más bonito en la vida es compartir”. Se suceden las horas, dejo de estar en los demás para estar en mí, ya no intuyo bajo mis pies el lodo que cubría el suelo, es entonces cuando dejo de luchar bajo el peso de la sombra. La sombra era mía, siempre lo es, ellos probablemente andarían pensando en sus cosas. Y si no, ¿qué?
Mediodía de un viernes de noviembre, la luz blanca de València cubre de sosiego las calles, camino sin prisa hasta el portón de madera que da acceso a La Salita de Bego Rodrigo. Me gustar andar esta casa, patear su suelos de baldosa hidráulica, observar cada detalle de las teselas geométricas de gres. Del techo cuelgan flores de manzanilla, la luz quebrada se cuela bajo el cañizo en el patio, anoto aquel sentir en mi libreta de notas, el cuero de la cubierta cada día más ajado por el tiempo, ¿por qué esta ansiedad ante el juicio de los demás? Quizá sirva algún día para una carta, quizá sea algo para hablar en terapia, quizá no sirva para nada. Anoto eso también: dejar de buscarle una utilidad a todo. No me gusta eso de mí. Son tantas las cosas que no me gustan.
Carrère cuenta en Yoga que hay dos maneras de ser, dos tipos de persona: persona del yang, persona del yin, persona que inhala, persona que exhala. Yo soy de los primeros. “Porque inspirar, dice el yoga, es tomar, conquistar, apropiarse, para lo cual no tengo ningún problema: hasta diría que es lo único que hago, y mi caja torácica está hecha a la medida de mi avidez. Espirar es distinto. Es dar en vez de tomar, es devolver en vez de conservar. Es aflojar. Tanto en este punto como en otros, Hervé es mi opuesto. La espiración es su fuerte. Lo que más quiere es vaciarse, aligerarse. Todos estamos de paso en la vida pero él es consciente de ello. Él no se instala, se siente un inquilino y hasta un subarrendado, mientras que yo poseo el instinto del propietario preocupado por agrandar sus posesiones y, como los patriarcas bíblicos, por crecer y prosperar. Mi tendencia natural es crecer, la suya decrecer”.
Laura es como Hervé, yo tomo en vez de dar, ocupo espacios, agoto el aire. Pero siento, de corazón, que la vida es dar. Al menos eso escribo en estas cartas. Lo que das, te lo das. Lo que no das, te lo quitas. ¿A quién trato de engañar? No me gusta pensar en mí antes que en lo demás, Alberto cree que soy lo contrario, se me parte el alma cada vez que me lo dice, porque siento que le estoy fallando —soy un intruso, un fraude. No me gusta llenar mi tiempo (mis noches azules) de cosas irrelevantes, lo urgente alzando el vuelo sobre lo importante. Traiciono un poco, cada día, aquel verso de Dylan Thomas, “Do not go gentle into that good night”. No me gusta que el ego, esta zarpa que no me suelta, sea como un gatito sentado a mis pies, reclamando migajas de atención con su ronroneo eterno. Casi siempre cedo a sus deseos. Pierdo yo.
No me gusta (esto lo detesto especialmente) desear lo que está por venir. Tener un pie en el mañana, vivir pendiente del futuro, anticipar es obviar el presente. El maestro tibetano Chögyam Trungpa solía decir que solo dedicamos al presente el veinte por ciento de nuestra actividad cerebral. El ochenta por ciento restante algunos lo dedican más al pasado, otros más al futuro. Ambos nos equivocamos. Vuelvo a la libreta, a una frase que anoté de Bárbara Area: “No sé quién fue el que dijo que la felicidad consiste en seguir deseando lo que ya se posee (creo que San Agustín), pero tiene razón”. La luz cae bajo el cañizo. Este momento, bellísimo, es todo lo que tengo. En realidad no hace falta más.
Me habéis escrito, con mucho cariño, estos días en torno al librito Leer el aire, del que hablamos en la carta del sábado pasado. Obra de Victor Carrasco, se concibió para ser distribuido para sus compañeros, clientes, amigos de Viccarbe. Pero como detalle para esa pequeña comunidad de gente sensible que habita en Claves, se puede descargar (gratis) en el número Kuuki wo yomu. Son 55 páginas junto a otras tantas píldoras de conocimiento, reflexión y mantras vitales.
Lo que está por venir
“Lo que das, te lo das. Lo que no das, te lo quitas”. Es bonito pero también creo que a menudo lo que das te lo quitas. Yo soy más de dar pero intento que no sea tanto así, por el riesgo de olvidarme de lo que quiero. Es un tema de debate sin duda. En el equilibrio del yin y el yang esta la clave supongo. Maravilla de carta como siempre. Por cierto que bonita luz hay estos días primaverales de Noviembre en Valencia.
Siempre he pensado que en la acción del dar y recibir esta la esencia de una vida. Cuando das sin esperar recibes un nuevo mundo, tú. Siempre he sido de dar, en ocasiones me quedo vacia, pero me di cuenta que ese es el enriquecimiento, dar para llenarte. Un abrazo Jesús.