Curarme de ti
Esta carta forma parte de la suscripción gratuita a Nada importa. Si te gusta lo que lees (y crees de corazón que merece la pena) quizá decidas dar el salto a la suscripción de pago que incluye Claves para entender, mi reporte dominical donde cabe todo lo que me inspira y me emociona ❤️.
Durante algunos años escribí cartas de amor que eran cartas de amor a la valentía de quien no tiene miedo a desnudarse. Entrañas o nada. Ese “temblor en el alambre” que tan bien resume Sostres. Me explico: durante algunos años, bajo el nada ambiguo marco que llamamos Consultorio sentimental, dediqué un porrón de horas en la revista GQ a contestar cartas de desamor de lectores y lectoras enfangadas en esa habitación sin vistas que es un corazón roto. En carne viva, el destierro de todo lo que soñaste, joder qué mal se pasa cuando no te quieren bien.
Cada una de las cartas (aún las guardo, cobijadas bajo un tag en Gmail) era un prodigio de verdad, frases a medio hacer, vísceras sin adulterar; muchos lectores no lo creían pero nunca inventé nada. Ni una palabra. Aquelló terminó —porque tengo la firme creencia de que las cosas terminan, y no pasa nada— y un cachito de aquel espíritu confesional se cuela cada último domingo del mes en el Consultorio sin miedo, esa fiesta pagana donde reina el mambo. Pero todavía, a estas alturas, me llega alguna epístola desde las catacumbas de la felicidad, allí donde no llegan las baladas de Elton John. Este fue el comienzo de una conversación que arrancó esta misma semana: “ Hola Terrés! Cómo estás? / Te escribo porque tengo un cipote sentimental curioso / Del palo que he cancelado una boda”.
No era un haiku, tan solo tres frases que cómo no iba a contestar; venga, colega, cuéntame. Un ratito después llegó hasta mi correo un quejío de 6660 caracteres con espacios. Aquí algunos fragmentos: “Yo estaba perdidamente enamorado pero ella se dedicó a machacarme por no ser lo que ella quería”. “Empecé otra relación con un antiguo amor, pero hubo un problema: no conseguía deshacerme del rencor (orgullo herido, ganas de venganza, llámalo equis) con M. Nunca lo comenté con J porque creía que era algo que tenía que resolver yo sólo, pero no verbalizarlo hizo que fuese a peor. Se me enquistó”. “Sentía que no estaba siendo honesto conmigo mismo y que estaba mintiendo a la cara, continuamente, a la persona que más me quería en el mundo. Sentía que tenía que salir de ahí, y en octubre de 2021 (la boda era en junio 2022), lo mandé todo a la mierda. Fue, de largo, la decisión más jodida de mi vida. La conversación más jodida de mi vida. El día más jodido de mi vida”. “Y ahora lo que siento es miedo, Terrés. Pánico. Como te he dicho, han pasado ya tres meses, y no he dejado de pensar, un solo día, en ella”. “La gran duda es: ¿Qué pasa si me lanzo y vuelvo a dudar?”
Yo volvía de Madrid y esa noche intercambiamos audios, letras y consejos mientras veíamos el segundo episodio de Euphoria. Tremendo. Es extraño, pero bonito, hablar de cosas importantes con alguien que no conoces; quizá es que existe una complicidad extraña cuando nada más te une; quizá es que hablamos el mismo lenguaje. Se llama amor. Laura me escribió para dedicarle, el jueves por la mañana, este último consejo: “Mándale besos de mi parte, tan solo necesita tiempo: ya florecerá al sol cuando pase el duelo necesario”. De vuelta, Luis (llamémosle Luis) nos regaló este verso de Jaime Sabines: Tiempo, abstinencia, soledad. Es que no hay más.
Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
Que difícil es hacer como si nada cuando piensas cada día en esa persona.
La carta de hoy me ha calado hondo! no estoy en una situación ni parecida, pero por un momento me he sentido en sus carnes. Qué jodido es cuando te sigue removiendo por dentro y coco y corazón no se ponen de acuerdo. Siempre he considerado que el tiempo, la soledad y las ganas de pasar página nos dan perspectiva; ayudan tanto a sanar como a reconocer a las personas que nos hacen bien y con las que nos sentimos nosotros mismos. Ánimo para "Luis" y, como han dicho más abajo, todo pasará.